Nuevos modelos de explotación tecnológica

Publicado el 16 Jun 2010

Por Javier López-Camacho, Gerente de Negocio de Panel Sistemas.

El término Outsourcing es bautizado en la década de los 80, coincidiendo con su mayor auge y sobre todo con las externalizaciones en los sistemas de información de las grandes compañías, como una fórmula de cooperación entre empresas en la que un área o servicio determinado es suministrado por un tercero.
Hoy en día el outsourcing sigue estando plenamente vigente y sin mostrar síntomas de agotamiento, sino todo lo contrario. Pero, ¿por qué una empresa decide externalizar en sus sistemas de información?. Esta pregunta puede responderse con otra: ¿tiene sentido mantener unidades de informática con estructuras de costes salariales similares a los incurridos en las áreas de negocio de una compañía?. Parece lógico que la respuesta sea: no. Por tanto el primer, y seguramente más importante motivo en estos momentos de convulsión económica a la hora de externalizar es el ahorro de costes, es decir, la mejora de la competitividad.
Pero no es el único motivo. Cuando una empresa, sea del sector que sea, decide abordar cualquier cambio importante en su actividad, siempre implica un esfuerzo sustancial en los sistemas de información: modernización y actualización de las infraestructuras, migración de sistemas informáticos obsoletos o construcción de programas software “desde cero” normalmente con tecnologías novedosas. Esto es, necesita adaptar su unidad informática y sus infraestructuras a cambios profundos pero puntuales y en los que se requerirá un importante esfuerzo tecnológico al que, muy posiblemente dicha unidad no esté preparada por la especialización profesional de su personal. Es decir, no está garantizada una respuesta rápida, flexible y de calidad en el sistema informático que implemente dichos cambios. En suma, la calidad del servicio es el otro gran pilar que soporta el modelo de outsourcing junto con el de ahorro de costes.
Por el contrario, la pérdida de control, falta de confidencialidad y dependencia del proveedor son habitualmente los “miedos” a los que se enfrenta el cliente a la hora de tomar la decisión de externalizar en sus sistemas.
Por estas razones, la empresa encargada de desplegar el servicio de outsourcing debe, en primer lugar, poder garantizar esa calidad a precios competitivos, y en segundo lugar mitigar estos temores a través de un modelo de outsourcing basado en la confianza entre empresa cliente y proveedora.
¿Cómo se consigue esto? Vayamos por partes.
Para alcanzar el primer objetivo, precios competitivos y alta calidad, las empresas proveedoras de servicios de TI debemos disponer de un proceso de mejora continua de nuestros procedimientos y de nuestros recursos humanos, y sobre todo ofrecer una alta capacidad de especialización tanto horizontal como vertical, que permita aportar el valor añadido que necesitan las compañías que externalizan. En la actualidad, la tendencia es alcanzarlo mediante el modelo de Factorías de Software (FSW) o Centros Globales de Desarrollo, en los que se equipara el desarrollo software con cualquier otra actividad industrial en la que la reducción de los costes y el aumento de la competitividad, así como la obtención de mejoras en especialización y calidad del producto final, son una constante.
Las claves del éxito en la externalización de la actividad TIC se atribuyen usualmente a la implantación en regiones geográficas con costes laborales más bajos que la media, con la seguridad de encontrar recursos cualificados, un clima laboral tranquilo y niveles de rotación del personal muy bajos.
Por ello tradicionalmente, en el mercado de las Factorías de Software, las empresas líderes del sector han optado por la deslocalización de su producción teniendo en cuenta, básicamente, la reducción de costes. Así, destinos como India, China o Pakistán han resultado preferentes, hasta hace muy poco tiempo atrás, para empresas de EE.UU. y Europa. Este modelo se conoce como Offshore, abordando la producción de programas (software) a bajo coste sin tener en cuenta otro tipo de factores como pueden ser la cercanía geográfica o cultural con el cliente final.
La globalización de los mercados también ha influido considerablemente en esta decisión. Al intentar aumentar la competitividad y minimizar costes, las empresas están modificando la manera en que sus procesos se llevan a cabo. Por ejemplo, en el caso del desarrollo de programas (software), la mayoría de los proyectos ya se realizan sin que las partes interesadas – clientes, usuarios, desarrolladores, gerentes de proyecto, expertos en el dominio, etc. – tengan necesidad de reunirse en un mismo lugar físico.
Sin embargo, en los últimos años ha comenzado a incorporarse en el mercado la necesidad de una localización que no sólo pretenda asegurar el bajo coste en la producción sino que considere también otras condiciones que optimicen el proceso en su conjunto, obteniendo mayores niveles de productividad, eficiencia y calidad. Condiciones como la cercanía geográfica y cultural y/o coincidencia en los husos horarios, con costes competitivos. De esta idea se deriva lo que actualmente se conoce como modelo nearshore, en contraposición al modelo offshore tradicional.
En definitiva, el nearshoring enfatiza la importancia de la ubicación y la proximidad en contraposición al offshoring tradicional que propugna la transparencia e irrelevancia de la distancia y el tiempo. En el modelo nearshore la distancia entre los distintos equipos puede variar sólo unos cuantos metros (por ejemplo cuando los equipos trabajan en edificios separados pero adyacentes), y en el offshore tradicional puede variar hasta diferentes continentes.
Pero ¿cómo puede el nearshore optimizar mejor los procesos de fabricación software?
A pesar de las diferencias, ambos modelos comparten a priori la misma forma de abordar el desarrollo de programas, permitiendo que los integrantes del equipo se encuentren distribuidos entre varios puntos remotos (Desarrollo Distribuido de Software). Por tanto, lo que tradicionalmente era un equipo de desarrollo de software que se reunía físicamente de forma periódica, ha pasado a ser un equipo virtual, es decir, una red de grupos de trabajo, situados en lugares geográficos diferentes, que hacen uso de tecnologías de comunicación y colaboración para interactuar y llevar a cabo una tarea de manera conjunta.
Por esta razón, en ambos casos es indispensable un Entorno Colaborativo basado en el concepto o filosofía Web 2.0.: los equipos pueden trabajar desde varios puntos, , generando, compartiendo y gestionando diferentes tipos de datos: documentos, e-mails, diseños, proyectos, versiones, utilizando para ello determinados procesos de comunicación corporativa, nuevas herramientas para compartir trabajo, documentación o herramientas para la gestión del proyecto. Las ventajas de los entornos colaborativos son múltiples: mayor eficiencia, mejor calidad en el producto final, reutilización de esfuerzos, modularidad, adaptación a estándares y agilidad en el proceso de desarrollo.
Por tanto hablemos de offshore o nearshore, la Web 2.0. y los entornos colaborativos tanto en el cliente como en el proveedor del servicio, facilitan el proceso de Outsourcing. No tiene sentido plantear nearshoring ni offshoring si no existe filosofía de entornos colaborativos. No es posible coordinar un equipo deslocalizado, administrar, dirigir y coordinar los entornos productivos de forma eficiente, garantizando la calidad del producto final, sin entornos colaborativos.
Además, cuanto más flexible y transparente sea el entorno de trabajo, más fácil es la externalización. Por eso hay factores semiexógenos que motivan que los entornos colaborativos sean más productivos y menos costosos en el modelo nearshore que en el offshore. Por eso, acercar culturalmente la producción a los clientes es vital. En los servicios de externalización, es muy importante una comunicación basada en códigos culturales compartidos con los clientes, ya que éstos determinan el entendimiento mutuo y la comprensión para la elaboración de los programas requeridos. Algunas culturas demandan un mayor grado de gestión de las relaciones que otras, y la facilidad de comprensión mutua llega a determinar los costes finales de producción. Una factoría que esté funcionando “cerca” de su cliente tiene mayores posibilidades de producir un resultado acorde con los requerimientos y con las expectativas del cliente, existiendo una mayor capacidad para re-ajustarse rápidamente a los cambios. Por esta razón, la comprensión de las necesidades del cliente y el diálogo para determinar el producto final debe estar soportado por un buen Entorno Colaborativo, basado en una comunicación con códigos culturales comunes.
Por último, es cierto que las estructuras de nearshoring no tienen tan bajos costes productivos como el “offsoleto” modelo tradicional de factoría de software intercontinental. Pero sí nos garantizan contar con una oferta de recursos humanos cualificados, con talento y con costes salariales competitivos. Por tanto, si además lo reforzamos con un buen Entorno Colaborativo y aprovechamos el resto de ventajas tales como la cercanía geográfica y cultural con el cliente, solapamiento de zonas horarias y coincidencia lingüística o idiomática, consolidamos una mayor productividad y adecuación del servicio de externalización, que justifican sin duda el modelo nearshore. Seguir leyendo…

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Javier López-Camacho

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