Un cambio de paso que hay que valorar como oportuno, iniciado el pasado 26 de julio cuando el Consejo de Administración de la compañía decidió relevar a Juan Villalonga y nombrar de forma unánime a César Alierta.
Una oportunidad medida por las varas de la tranquilidad, el sosiego y las aguas en sus respectivos cauces, que unida a una discreción en la gestión está permitiendo cauterizar, con éxito y sin apenas dolor, los múltiples frentes abiertos al gusto de Villalonga. Así, la operadora ha llevado a buen término la fusión de Terra y Lycos, ha logrado licencias para operar en los mercados italiano, alemán y mejicano y está dispuesta a afrontar la salida a Bolsa de Telefónica Móviles, cierto que en un momento aparentemente poco oportuno para una iniciativa de esta envergadura y que debe lograr el billón de pesetas necesario para abordar las ineludibles inversiones que necesita para mantenerse en la vanguardia de la telefonía y los servicios móviles.
En definitiva, ante la incertidumbre y la volatilidad del mundo de la Nueva Economía, parece que Telefónica haya decidido pasar los fríos del invierno en los criterios de los principios tradicionales, de la gestión clásica y las inversiones con riesgo medido. Posiblemente esto provocará algún que otro pinchazo en los mercados de valores, que tantas alegrías mutuas se intercambiaron en la época Villalonga; aunque por el momento hay que destacar que la cotización parece bajo control, con menores caídas que las firmas competidoras y firme en ese tercer puesto del ranking de operadoras.
Pero esta etapa debe considerarse como, eso, una etapa dedicada a la consolidación y a la creación de músculo. Tras ella y no tardando mucho, llegará otra de revolución, riesgo e incertidumbre. Alierta y su equipo capitaneado por Fernando Abril, Luis Lada, Joaquim Agut y Julio Linares han demostrado criterio y capacidad para gestionar sin excesos la herencia Villalonga. Pronto deberán ponerse a la labor de construir futuro y para ello, en este mercado, hay que dejar el abrigo del puerto para enfrentarse y provocar tempestades.