Una vez superado el casi obligado parón de las vacaciones navideñas -sálvese quien pueda de las comidas de feliz y hondo hermanamiento laboral y entrañables cenas familiares- entramos a la pata coja, con el pié derecho y casi a la carrera en el nuevo año.
Con el regusto a cava y roscón de reyes todavía en el paladar, encaramos este mes de enero con la sensación de urgencia de quien inicia un nuevo proyecto con fecha de caducidad a doce meses vista y demasiadas cosas importantes que afrontar a corto plazo, sin casi tiempo para aterrizar antes de que la bola de nieve de la actualidad nos arrolle.
Sin ir más lejos, a estas alturas la liberalización del bucle local tendría que estar más que resuelta y solucionada. No digo tanto en marcha -porque si somos realistas habrá que aceptar que las cosas de palacio van despacio– como suficientemente aclaradas para que los usuarios puedan tomar sus decisiones sin tener que encomendarse a Rappel o a su buena estrella.
Más chusca puede ser la situación del UMTS. ¿Se imaginan en qué situación colocarían los magistrados de la Sala Octava de la Audiencia Nacional a este mercado si el próximo día 12 resuelven anular el concurso de adjudicación de las licencias? Habrá que esperar y ver, pero algo me dice que las aguas del UMTS continuarán discurriendo por su cauce actual y los que se quedaron fuera de este negocio tengan que ir a echar sus redes a la repesca del GSM.
