La cantidad de puntos de acceso Wi-Fi públicos en todo el mundo crecerá hasta superar los 600 millones en este año 2023, en comparación con los menos de 200 millones que existían hace solo un lustro. Y eso en la esfera pública, si nos referimos al ámbito privado de hogares y empresas, raro es que no exista una red inalámbrica al alcance.
De hecho, podríamos decir que la tecnología Wi-Fi es la tecnología de red más asequible del mundo. La interconexión con la red fija y las posibilidades de movilidad que proporciona hacen de este modelo de conectividad uno de los mecanismos de comunicación más empleado en la sociedad, tanto en el entorno doméstico como en el corporativo. Precisamente, en muchas organizaciones se han convertido en una parte integral de sus infraestructuras y las compañías trabajan en buscar un modelo de red que mantenga un equilibrio entre la calidad del servicio prestado y la seguridad de las comunicaciones.
Así las cosas, el futuro inmediato de esta tecnología parece garantizado. Sin embargo, el desarrollo de las redes móviles de nueva generación 5G y 6G va a condicionar la evolución de las Wi-Fi en los próximos años. Como lo hará la Internet de las cosas. Muchos retos pendientes hay en el horizonte, como la superposición de señales de las antenas, la sobrecarga de tráfico en determinados puntos, la saturación de canales de radio, la estabilidad o latencia de las conexiones o la propia capacidad de los componentes utilizados.
Para analizar en profundidad el presente y futuro de las redes Wi-Fi, Redes&Telecom, en colaboración con Alcatel-Lucent Enterprise, ha organizado en encuentro virtual con clientes en el que han participado representantes de Centro Médico El Carmen; Grupo Transonuba; Hospital San Juan de Dios; el Servicio Canario de Salud; Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca; la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; la Universidad Antonio de Nebrija y de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Estas han sido las principales conclusiones del evento.
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Y llegó Wi-Fi7
Wi-Fi es una tecnología que ha ido cambiando mucho en los últimos 6 años. Tal es su evolución que todavía no se ha terminado de desplegar Wi-Fi6 y Wi-Fi6E cuando tenemos en ciernes una nueva era que inaugurala llegada de Wi-Fi7.
Durante la pandemia hubo un parón en las inversiones y a la par se impuso el teletrabajo y una tendencia que hasta entonces no estaba implantada: ya no sólo se demandaban comunicaciones por voz, también por vídeo. La combinación de estos dos factores aventura a pensar que muchas empresas darán el salto a Wi-Fi 7 directamente, pero ¿qué aporta esta innovación?
Cuando se configuran nuevos estándares se tienen en cuenta parámetros de mejora como habilitar más ancho de banda y velocidad, optimizar el hardware (los puntos de acceso) y conceder una mayor seguridad con comunicaciones cifradas como ocurre con esta nueva versión.
A lo largo de la historia, en los diferentes estándares que han ido surgiendo en la industria se ha tenido que lidiar con una saturación de canales, pero con el protocolo 802.11be -denominado también Extremely High Throughput (EHT) y más comúnmente Wi-Fi7-, se trata de solucionar esta problemática con la incorporación de la banda de 6 GHz frente a las de 5 GHz o 2,4 GHz, que eran libres. En este sistema se introduce por primera vez el elemento AFC (del inglés Automatic o coordinación de frecuencia automatizada) que hace posible que la Wi-Fi 7 opere cerca de los 6 GHz, pero sin interferir con estaciones meteorológicas, radiotelescopios o satélites. Y esto implica que en entornos de exteriores haya una coordinación entre vendors y un agente regulador que indique en qué canal operar y con qué potencia emitir justo en la posición GPS (o el sistema de geolocalización que opere en esa parte del mundo). En Estados Unidos la 6 GHz está completamente liberada y la agencia gubernamental reguladora competente – la FCC (Comisión Federal de Comunicaciones)-, ha homologado a fabricantes (Qualcomm, Nokia…) y asociaciones (WiFi Alliance) en esta tecnología.
En Europa, sin embargo, el asunto no está solventado. Al cierre de estas líneas, todavía no se sabe quién tomará la decisión si serán operadoras como Telefónica u Orange, por ejemplo. Esto implica que, a estas alturas de la película, nadie puede emitir en 6 GHz porque no existen las condiciones para que los AFC estén funcionando. En el viejo continente hay una parte de radioastronomía que emplea este espectro y los AP outdoor tienen que tener una geolocalización. Esta información deben enviarla a un ente y éste preguntará al operador. No obstante, se está trabajando en todo esto y se espera que para finales de 2024 el empleo de esta banda sea una realidad en exteriores.
Contexto de movilidad: Wi-Fi + otras redes + dispositivos + servicios
Sea el estándar que sea, el tema de Wi-Fi es fundamental para la sociedad digital actual. Es un tipo de conectividad que se solicita en cualquier entorno: lugares públicos, universidades, residencias de estudiantes, hospitales y clínicas, fábricas, empresas, hoteles y alojamientos turísticos…
Sin embargo, la Wi-Fi ya no está sola a la hora de comunicar empresas, personas y objetos. Hoy en día debemos hablar de un contexto de movilidad permanente en el que entran en juego otras redes (4G, 5G, IoT, VPN…), más equipos (sensores, dispositivos móviles en el puesto de trabajo, instrumental médico, maquinaria…), y una amplia variedad de servicios (comunicaciones unificadas, hibridación, teletrabajo con empleados remotos, educación a distancia, telemedicina y equipos sanitarios monitorizados en casa de los pacientes…).
En este heterogéneo panorama, el usuario está marcando el ritmo con un cambio de tendencia. Se está experimentando un aumento de dispositivos conectados, pero ya no todos lo hacen a la Wi-Fi. La asequibilidad de tarifas planas en el uso de datos a través de redes móviles 4G o 5G que están comercializando los operadores en el competitivo mercado español, ha transformado el patrón de consumo. Además, para muchas gestiones la conexión se hace a través del smartphone, no de un ordenador portátil, por ejemplo.
Todas estas modificaciones deben valorarse por las organizaciones para adecuar sus inversiones a las necesidades que tienen sus usuarios, analizando las ventajas que les concede el recurrir a una u otra tecnología y preguntándose para qué voy a utilizarla y el ancho de banda que será óptimo para mis requerimientos. Simplemente cambiar a la siguiente generación porque es nueva no será la razón para dar el salto, por un lado, por las limitaciones presupuestarias y, por otro, por las tecnológicas.
Igualmente, habrá que plantearse cuestiones como ¿realmente están demandando servicios de alto consumo de banda o con sus tarifas móviles ya les sirve? Aunque, del mismo modo, hay que pensar si en esos lugares donde queremos llevar conexión están presentes las operadoras, porque no siempre hay cobertura y la fibra no siempre puede ser desplegada -y no hablamos sólo de zonas despobladas, también nos referimos a polígonos industriales donde cablear no resulta sencillo-. Una solución de 5G público es más difícil que cuaje, en tanto en cuanto necesita mucha cobertura y se prioriza en una celda la voz a los datos. Otra cosa son las redes LTE o 5G privadas que tienen muchas posibilidades de futuro (se habla, incluso de que podría sustituir a los sistemas TETRA).
Desde otra perspectiva, también se debe estudiar si la conectividad pública puede facilitarse de forma omnipresente ya que no todos los edificios están adaptados. Y, precisamente, en el terreno de las smart cities promovidas por la Administración son las redes de la Internet de las cosas las que están provocando un punto de disrupción.
Sincronización de software y hardware
Mientras tanto la tecnología sigue avanzando para responder a las nuevas necesidades de personas y organizaciones, pero ¿lo hace a igual velocidad el software y el hardware que utiliza esa tecnología?
Muchas veces -muchísimas más de las deseadas-, no se adaptan los sistemas y la migración de una generación de red inalámbrica a otra está motivada por la obsolescencia de los equipos que, en ciertos casos -como ocurre con las controladoras-, parece que está programada… No en vano, aunque antes se utilizaban las controladoras para gestionar muchos AP, en la actualidad estas soluciones se están eliminando y, fruto de la evolución tecnológica, lo más probable es que dentro de unos años no las veamos.
Existe una falta de sincronización y comunicación entre las redes y los equipos que las utilizan
La cuestión peliaguda es que la tecnología está preparada, pero no el software o el producto final que va a usarla. Es como si se desarrolla una autopista de un determinado número de carriles, pero el coche del usuario final no está adaptado para esa carretera. Esta situación se está produciendo especialmente en el ámbito sanitario con su acelerada digitalización y la incursión de la electromedicina donde las máquinas van a un ritmo y las redes inalámbricas a otro.
Asimismo, la domótica y la sensorización ha multiplicado desorbitadamente el número de dispositivos conectados y los protocolos que utilizan estos aparatos no se entienden con las redes Wi-Fi. De nuevo, falta de comunicación. No se habla el mismo lenguaje. La buena noticia es que el sector está trabajando en una tecnología que pueda transportar esa información de los periféricos y lo haga de forma segura.
Conectividad segura
Que esa comunicación sea segura es vital. Los ataques dirigidos de ransomware está a la orden del día y recuperarse de uno es bastante complicado. En los últimos años el sector sanitario ha sido el principal blanco de los cibercriminales, pero cualquier industria es susceptible de ser chantajeada. Por ello, la seguridad está siempre encima de la mesa y la concienciación del usuario, también.
Quien más o quien menos ha sufrido un incidente de seguridad -directa o indirectamente-, por lo que mantener una red Wi-Fi protegida es fundamental. Entre las herramientas que se están empleando para lograrlo, una de las prácticas o técnicas que más éxito está teniendo es la segmentación de la red identificando tipología de servicios y accesos según qué dispositivos o personas traten de entrar. Sin olvidar, por supuesto, la protocolización en entornos críticos, seguir unas pautas de seguridad.
A la vulnerabilidad de la Wi-Fi se añade un fenómeno que ya hemos mencionado y que está pasando del ámbito de la investigación al productivo: la Internet de las cosas. Más presente en nuestras vidas de lo que pensamos, genera inquietantes preguntas respecto a las implicaciones de seguridad que podría tener un despliegue masivo que todavía no se ha llevado a cabo.
Pero si ya de por sí cada modo de conexión tiene su propia casuística en materia de seguridad, el asunto se enrevesa todavía más ante la falta de una homogenización por parte de los fabricantes en lo que atañe a sus sistemas de autenticación. Cada vendor tiene el suyo y no se entienden con los de otro.
En definitiva, el mundo en el que vivimos está interconectado. Los clientes/usuarios son más exigentes y la seguridad absoluta no existe, por lo que es importante que el hardware y el software se hablen entre sí y también lo hagan las diferentes redes que coexistirán con la Wi-Fi. La industria tiene que avanzar hacia un modelo cooperativo y abierto que permita una comunicación, un entendimiento mutuo.