Cataplasmas para una crisis

Publicado el 01 Jul 2000

El consejo de administración de Telefónica ha decidido aplazar cualquier decisión sobre el presidente de la compañía, Juan Villalonga, en tanto en cuanto la Comisión Nacional del Mercado de Valores concluya si cometió o no irregularidades cuando compró opciones sobre acciones en 1998 aplicando información privilegiada sobre la política de alianzas de la compañía. Poco ejemplar, pero puede que con buen criterio, al menos desde el desde el plano de dar tiempo al tiempo y esperar que se calmen las tempestades, algo más dudoso desde la óptica de la gestión de una compañía, el consejo de Telefónica no ha querido adelantarse y ha preferido optar por lo incierto de la tregua, seguramente esperando a que la canícula de agosto suavice cualquier cambio en la cúpula de la operadora. Con ello la incertidumbre se mantiene, pero también se consigue margen para encontrar el sustituto de un Villalonga que cuenta con la confianza del consejo, pero sólo hasta que la CNMV diga lo que tenga que decir. Una compleja situación que en poco ayuda a la andadura de Telefónica que, entre tantos frentes, tiene a corto plazo la operación Verónica, las OPAS sobre sus filiales americanas, para las que no van nada bien las caídas bursátiles. No es buena esa incertidumbre, asentada sobre otras no mejores. Telefónica, por su bien, debería decidirse por abrir e, inmediatamente, cauterizar una crisis latente desde hace meses y sobre la que se aplican constantemente catapalasmas inútiles que sólo retrasan algo por lo que todo el mundo apuesta la salida de Villalonga, en agosto o en diciembre.

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Redacción

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