No andábamos desencaminados. La telefonía móvil ha sido la protagonista tirando con fuerza de un sector que ya es prioritario para todas las economías y sentando las bases de un futuro que no sólo habla por teléfono la fusión del móvil con la red, dando lugar a un fenómeno conocido como la Internet móvil, provocará un nuevo grado de desarrollo, como mínimo, dos años de grandes inversiones y mayores y mejores servicios.
Un avance imparable que sólo presenta el deslucido de la actuación del Gobierno en la materia. Una actuación caracterizada por la incertidumbre regulatoria transformada en afán recaudatorio por aquello de las subastas UMTS de las que tanto jugo han sacado otros países. Ante ello, la Administración debería continuar su decidido empeño por liberalización y fomento de la competencia, con una actitud minimalista en cuanto a poderes intervencionistas. Las telecomunicaciones, lo mismo que otros sectores todavía en formación y en los que coexisten grandes compañías venidas de monopolios y enormemente poderosas, con otras nacidas ayer tarde y que tienen todo por hacer; sectores todavía inmaduros y en formación, están necesitados de un regulador objetivo y poderoso, con la autoridad necesaria para conducir ese desarrollo de forma equilibrada y coherente.
Lamentablemente las telecomunicaciones españolas carecen de ese organismo. La CMT, a pesar de su esfuerzo y logros indiscutibles, sigue percibiéndose como un convidado de piedra al que se le consulta pero no se escucha. Se impone una reflexión seria y profunda porque de lo contrario seguiremos celebrando el día de la liberalización, pero siempre mirando al Ejecutivo que es, y no debería ser, el que hace y deshace. Muy felices fiestas a todos nuestros lectores y anunciantes.
