Igual que el primer cambio de milenio provocó una enorme conmoción en todo el mundo civilizado -aunque éste sea un concepto sumamente mudable y elástico, aunque no tanto como ese famoso espectro radioeléctrico, que se expande y encoge en función más de las necesidades políticas que técnicas- esta segunda experiencia de paso de milenio también está resultando especialmente traumática para la tan traída y llevada Nueva Economía.
La burbuja tecnológica -no confundir con la jabonosa de nuestros juegos infantiles- nació, creció, multiplicó y se elevó hasta niveles incomprensibles para el humano medio de a pie.
La única explicación para tan formidable fenómeno es que estábamos asistiendo al surgimiento de una Nueva Economía y que, de puro novedosa, nuestros esquemas conceptuales y de valores resultaban poco menos que inútiles, por no decir que inapropiados para llegar al fondo de tan enigmática cuestión. A saber que cuanto más pierdes, más vales.
Después de tanta locura y despropósito ha ocurrido lo que, irremediablemente, tenía que pasar. La burbuja está descendiendo no muy lenta pero, por el momento, irremediablemente, y la economía, a secas, y las empresas tradicionales están haciendo valer sus razones. Así que, si nadie lo remedia, a muchas empresas se les va a explotar su famosa burbuja.
Pero como no todo va a ser negativo, antes de que llegue tan fatídico momento, esperemos que podamos disfrutar de unas felices fiestas navideñas. Ése es nuestro deseo.