Siempre he mantenido la teoría de que el año no empieza cuando suenan las doce campanadas del 31 de diciembre, sino ese desdichado día de la vuelta de las vacaciones.
Y como todo final de ejercicio que se precie antes de tomarnos el merecido descanso es de rigor hacer balance. Así lo han entendido un buen número de empresas que han aprovechado la llegada de los calores y el paso del ecuador de 2001 para dar a conocer uno y mil informes.
De esta forma nos hemos enterado de que España va bien, mal y regular. Todo ello a la vez, dependiendo de quién lo dijera y con qué cristal contemplara la cuestión.
También nos han ratificado que seguimos siendo un país atrasado hasta un 60 por ciento por debajo de Estados Unidos y un poquito menos, pero en todo caso también en exceso, respecto a nuestros socios comunitarios, con lo que la sensación de urgencia a la hora de pisar el acelerador de la convergencia resulta acuciante.
Por si todo esto no fuera poco, resulta que además de atrasados (tecnológicamente, por supuesto) tenemos que pagar más que nadie por nuestras comunicaciones y, para remate, no hay mucho donde elegir.
Menos mal que ya que no somos ni los más pudientes ni desarrollados, por lo menos los estudios no tienen nada que criticar a ese sol que es la envidia de nuestros vecinos europeos y la salvación de nuestra balanza de pagos.
A todos ¡felices vacaciones!
