Cáncer y móviles, ¿hay motivos reales para preocuparse?

La IARC ha vuelto a clasificar las radiofrecuencias de los dispositivos móviles como potencialmente cancerígenas. Se trata de un debate que continuamente se reabre. En esta ocasión, ¿hay nuevos motivos para preocuparse?

Publicado el 06 Sep 2011

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Recientemente la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC), un organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) levantaba la alarma entre los usuarios al clasificar las radiofrecuencias emitidas por los teléfonos móviles como ‘2B’ dentro de la escala manejada por la entidad. En concreto el grupo 2 hace alusión a dos tipos de productos, los de la categoría A (agentes probables carcinógenos) y B (posibles carcinógenos). En esta confusa clasificación, está el origen de las grandes discrepancias a la hora de emitir un juicio certero ya que supone simplemente una posibilidad habiendo indicios de que, efectivamente podrían ser malignos para determinados tipos de tumores, si bien estos indicios no son lo suficientemente potentes para afirmarlo con seguridad.

Para realizar la citada evaluación, los expertos analizaron toda la literatura científica sobre los efectos de los distintos tipos de radiofrecuencias, agrupándolas en tres categorías:

– Exposición ocupacional (trabajadores) al radar y a las microondas.
– Exposición medioambiental asociada con la transmisión de señales de radio, televisión y telecomunicaciones inalámbricas (antenas).
– Exposición personal asociada con el uso de teléfonos inalámbricos (móviles).

Así las cosas y con uno de los mercados más productivos del mundo en el punto de mira comenzaron a darse reacciones que aludían a la necesidad de ser cautos y no crear alarmas. El responsable de telefonía de la compañía AT&T, Ralph de la Vega, valoró que se trata de “un asunto serio, que tendríamos que seguir estudiando” si bien añadió que “el sector no debería inquietarse demasiado”. En similar línea se manifestó la asociación profesional estadounidense CTIA-The Wireless que manifestó que la clasificación ‘tal vez cancerígeno’ no significa “que los teléfonos móviles provoquen cáncer”.
El sector recibió también un espaldarazo de la Comisión Europea (CE) que señaló que “a la vista del informe de la OMS, no se puede establecer que haya una evidencia causal entre los teléfonos móviles y el cáncer, siendo necesarias más investigaciones”.
Desde Bruselas recordaron además que previamente un grupo de 31 científicos había evaluado los posibles efectos cancerígenos “para un uso enorme” de los teléfonos móviles concluyendo que “puede haber cierto riesgo” por lo que abogaban por “mantener una estrecha vigilancia entre los teléfonos móviles y el cáncer aunque se necesitan más datos”.
Desde la CE destacaron además que Europa “siempre ha estado a la cabeza en cuanto a seguridad” en telefonía móvil tanto a nivel comunitario como de organizaciones internacionales como indica que en 1999 se adoptase una recomendación europea que proporcionaba un marco común para limitar la exposición al público en general de los campos electromagnéticos.
Similar opinión mostraron desde el Comité Científico Asesor de Radiofrecuencias y Salud (CCARS) que tras analizar el documento emitido por la IARC concluyó que éste “no establece ni cuantifica el grado de riesgo”, a la vez que recomienda investigar para confirmar esas hipótesis.
Además recuerda que la IARC ratifica la opinión del CCARS de que el análisis de la literatura científica actual no permite clasificar como posible o probable carcinotóxica la exposición ocupacional y la exposición medioambiental asociada con la transmisión de señales de radio, televisión y telecomunicaciones inalámbricas y que es necesario seguir investigando.  Los largos períodos de latencia de este tipo de tumores justifican también un estudio más prolongado en el tiempo, a largo plazo, para rechazar o confirmar la asociación observada en los grupos de usuarios intensivos.
El CCARS informó además de que analizará “con minuciosidad el contenido de la monografía, cuando esta se publique en su totalidad. A partir de este análisis de riesgos se pondrá a disposición de los responsables de la salud pública los conocimientos y evidencias “que permitan valorar la necesidad de adoptar medidas de información y prevención sobre el uso de las radiofrecuencias”.
  Estudios en marcha
La Comisión Europea ha financiado otros proyectos de investigación actualmente para encontrar datos más significativos. Una de las ocho iniciativas es el proyecto ‘Interphone’ centrado en el estudio de tres tipos de tumores cerebrales y coordinado por la propia IARC si bien ha finalizado “no observando ningún incremento de riesgo con un uso regular de los móviles” pero matizando que “los riesgos asociados a un uso intensivo a largo plazo requieren más investigaciones”.
Y ese es quizás el quiz de la cuestión. El hecho de que al tratarse de una tecnología nueva, no puede descartarse que con el paso de los años acabe por confirmarse el efecto nocivo para la salud.
Por otra parte el séptimo programa Marco Europeo para La Investigación apoya con 3,5 millones de euros el proyecto ‘Mobi-Kids’ que indaga los riesgos de cáncer cerebral a causa de la radiofrecuencia en la niñez y adolescencia y cuyos resultados se esperan para 2013 o 2014.
Como siempre, y ante la falta de una respuesta clara, el único arma segura es la precaución y desde la Organización de Consumidores (OCU) recomiendan utilizar el teléfono fijo siempre que sea posible, tratar de no alargar mucho las conversaciones (especialmente cuando la comunicación es mala porque el teléfono trabaja a máxima potencia), utilizar auriculares o manos libre y mantener éste lejos de la cabeza mientras se marca y espera respuesta, momentos de máxima actividad de radiofrecuencia.
La OCU reconoce que ante el último estudio “la situación no ha cambiado demasiado, de hecho la posible relación entre cáncer y móviles lleva años estudiándose”.

</strong>El avance del conocimiento de la humanidad en el siglo XX se ha traducido en un aumento de los campos electromagnéticos debido a la demanda de electricidad, las tecnologías inalámbricas y los cambios laborales y sociales. Estamos rodeados de un entramado de campos eléctricos y magnéticos en el hogar, en el trabajo e incluso en nuestros ámbitos de ocio.<br />
Los campos electromagnéticos se definen como radiación, que es equivalente a decir que es energía transmitida por ondas. Son una combinación de ondas eléctricas y magnéticas que se desplazan simultáneamente. <br />
Se propagan a la velocidad de la luz, y están caracterizados por una frecuencia y su correspondiente longitud de onda; estas dos características están directamente relacionadas entre sí: cuanto mayor es la frecuencia, más corta es la longitud de onda. <br />
<strong>La diferencia fundamental entre unas radiaciones electromagnéticas y otras es su frecuencia</strong>; cuanto más elevada es su frecuencia mayor es la cantidad de energía que transporta la onda. De esta manera se dividen en radiaciones ionizantes y radiaciones no ionizantes.<br />
Las radiaciones ionizantes transmiten energía suficiente como para romperlos enlaces químicos (ionización). Daños importantes en el material genético de la célula, el ADN, pueden matar a las propias células quedando el tejido lesionado o muerto. Daños menores en el ADN pueden provocar cambios permanentes en las células que pueden conducir al cáncer. Las radiaciones ionizantes están presentes en los rayos gamma producidos por materiales radioactivos, en los rayos Xo en la radiación ultravioleta de alta frecuencia.<br />
A diferencia de las radiaciones ionizantes localizadas en la parte más alta del espectro electromagnético, el resto de los campos electromagnéticos son demasiado débiles para producir daño a las moléculas que forman nuestras células y por lo tanto no producen ionización. Es por esto que se llaman radiaciones no ionizantes (ondas debaja frecuencia; ondas de radio; microondas; infrarrojo, visible yultravioleta de frecuencia infraionizante).

Una de las primeras alarmas respecto a las radiofrecuencias surgió con las antenas de telefonía. Demonizadas en muchas ocasiones emiten, sin embargo, mucha menos radiación que los teléfonos. Las antenas emiten un haz muy estrecho de ondas de radio que se propaga de forma casi paralela al suelo y normalmente al instalarse en lo alto de los edificios, la intensidad de los campos de radiofrecuencias son muy inferiores a los que se consideran peligrosos. Además, las estaciones base tienen un radio de cobertura limitado a unos 500 metros en las poblaciones de manera que el teléfono se dirige automáticamente a la más cercana, utilizando la emisión mínima necesaria.

En el caso de los móviles como hemos dicho, se trata de emisiones inferiores si bien su intensidad sobre el cuerpo humano es mucho mayor debido a que la distancia con respecto al cuerpo es pequeñísima o nula. Razón de más para recomendar a las personas que lo utilizan mucho que lo hagan con un dispositivo de manos libres garantizado.<br />
Debido a este posible perjuicio de las ondas electromagnéticas se han elaborado varios estudios en habitantes con casas cercanas a instalaciones de alta tensión industrial y trabajadores de la red eléctrica si bien nunca se ha llegado a un dato determinante.<br />
Respecto a ello la OMS concluye una vez más que deben considerarse como posible carcinógeno humano a aquellos agentes cuyo potencial para desarrollar cáncer está suficientemente probado en las personas.” Y en el caso de las radiofrecuencias no las hay”.<br />
Desde la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) ratifican esta misma valoración y señalan que “no ha podido encontrase ninguna prueba científica de que haya relación causa-efecto entre la exposición a los campos electromagnéticos y un incremento del riesgo de leucemia”. <br />
“Los resultados obtenidos hasta hoy no han encontrado un aumento del riesgo de ningún tipo de cáncer, ni en niños ni en adultos. Sí parece existir un mayor riesgo de leucemia o tumores cerebrales entre los trabajadores de la red eléctrica de alta tensión, aunque no hay que olvidar que estas personas pueden estar expuestas a otros factores tales como agentes químicos con poder carcinogénico” afirman en un estudio avalado entre otros por la Sociedad Española de Oncología Médica.<br />
La AECC reitera así mismo la idea de que “no hay pruebas de que la exposición a los campos electromagnéticos no ionizantes cause directamente daño en las moléculas de los seres vivos, y en particular en su ADN. Es, pues, improbable que a los niveles de las normativas actuales los campos electromagnéticos puedan inducir el desarrollo de cáncer”.

<strong>Límites de exposición por ley

</strong>¿Qué límites de exposición establece la Ley en nuestro país. La legislación establece que, en cualquier lugar, la intensidad generada por el conjunto de las emisiones de telecomunicación no puede superar los límites establecidos como seguros. La potencia de las antenas de telefonía móvil no supone un riesgo para la salud.<br />
Además, la seguridad de los sistemas de radiocomunicación se garantiza al impedir el acceso de las personas a las zonas próximas (menos de 1 ó 2 metros) a las antenas, donde los niveles de campos electromagnéticos superan los límites máximos de exposición establecidos por los comités de expertos y la normativa vigente. Los<br />
comités de expertos han establecido unos límites de exposición que reducen 50 veces los niveles a partir de los cuales se pudiera producir un calentamiento, como efecto biológico inducido por la emisión de ondas electromagnéticas.<br />
Los Ministerios de Sanidad y Consumo y de Ciencia y Tecnología han establecido un conjunto de normas y procedimientos, de obligado cumplimiento por los operadores de los sistemas de radiocomunicación, que están orientados a asegurar que en ninguna zona accesible al público se superen los anteriores límites. En España, siguiendo las recomendaciones de la Unión Europea, se siguen las recomendaciones de la ICNIRP (Comisión Internacional para la Protección de las Radiaciones no Ionizantes), una comisión independiente creada en 1974 oficialmente reconocida por la OMS y la Oficina Internacional del Trabajo.

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<strong>¿Cómo clasifica la IARC los agentes cancerígenos? <br />
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De acuerdo a la evidencia científica, la IARC clasifica el agente (producto, sustancia, actividad…) en 4 grupos:

<strong>Grupo 1:</strong> Agentes carcinogénicos para humanos: Hay suficiente evidencia para concluir que pueden causar cáncer a los seres humanos. Por ejemplo: bebidas alcohólicas, asbestos, tabaco, etc.

<strong>Grupo 2A:</strong> Agentes probablemente carcinogénicos para humanos: Esta categoría es utilizada cuando hay evidencia limitada de la capacidad carcinogénica en humanos pero suficiente evidencia en animales de experimentación. Por ejemplo, las emisiones de combustión de los coches, lámparas bronceadoras, PCBs, etcétera.

<strong>Grupo 2B:</strong> Agentes son posibles carcinogénicos para humanos. Esta categoría es utilizada cuando existe evidencia limitada de carcinogenicidad en humanos y poca en animales (menos de lo necesario). Por ejemplo, los móviles, el café, la gasolina, el cloroformo, ELF, etcétera.

<strong>Grupo 3:</strong> Agentes no clasificables. Esta categoría se utiliza cuando la evidencia de los carcinogénicos es inadecuada en humanos y en animales de experimentación. Por ejemplo, el mercurio o la sacarina.

<strong>Grupo 4:</strong> Agentes que probablemente no sean carcinogénicos: Hay una fuerte evidencia de que no producen cáncer en humanos. El único agente en esta lista es el Caprolactan (precursor del nylon).

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Redacción RedesTelecom

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