Además de para celebrar los resultados de los dos largos años de trabajo que han dado nacimiento al FinisTerrae, que entró en operatividad a finales de febrero, el evento también sirvió de escenario para presentar los planes de un futuro que tiene un carácter claramente internacional y contempla su consolidación como centro de referencia para el desarrollo tecnológico. “El FinisTerrae es un elemento vivo, una plataforma cuya arquitectura está preparada para incorporar los diseños tecnológicos que puedan estar en la antesala de su puesta en mercado”, destacó Salustiano Mato.
Con esas miras, los planes del Cesga, en el que el CSIC elevará próximamente su participación del 30 al 50 por ciento, contemplan “en una primera fase, su interconexión con las Universidades del Norte de Portugal y posteriormente con RedIRIS y Europa, para abordar proyectos de envergadura como IberGRID”.
De hecho, el Cesga, que en los últimos 10 años ha multiplicado por 10.000 su capacidad, ya ha diseñado unas nuevas instalaciones en el embrión del nuevo Parque Científico, Tecnológico y Social de Compostela, que se concretan en “un edificio cilíndrico pensado para una evolución a 50 años configurando un centro computacional abierto a la comunidad científica internacional en base a los acuerdos con el Ministerio de Ciencia e Innovación”, avanzó Mato.
Además, el objetivo es globalizar la potencia del FinisTerrae y ponerla a disposición de otros agentes, incluido el sector empresarial. Infraestructuras como el FinisTerrae permiten ser la base para programas de colaboración no sólo para la CCAA gallega sino con una dimensión global puesto que las autopistas de la innovación son globales”, afirmó el presidente de HP Española, Santiago Cortés; mientras que el director de Sector Público de Intel Iberia, Norberto Mateos, señalaba que “tenemos que conseguir que la supercomputación sea una herramienta básica para el tejido empresarial y el impulso a la competitividad”.
En este sentido, el objetivo último del FinisTerrae pasa por la búsqueda de la excelencia en la ciencia computacional, una tarea en la que ya ha demostrado su competencia. De hecho, no hay que olvidar que cuando empezó a diseñarse su arquitectura, Intel todavía tenía en pañales el procesador Montvale y la capacidad máxima de las redes InfiniBand era de 10 Gbps.
En cuanto a la comunidad investigadora usuaria de los servicios del Cesga y que, con la incorporación del Ministerio de Ciencia e Innovación a su patronato ampliará su dimensión internacional, la demanda es, a todas luces, patente. “La máquina está al 100 por 100 y tenemos ya a los investigadores haciendo cola de espera”, comentó Tobío.
En los dos meses que lleva abierto el FinisTerrae a la comunidad científica se han facilitado permisos de acceso para 152 grupos de investigación, la mitad del CESIC y la otra mitad de universidades y centros de investigación gallegos, aunque también hay grupos de otras CCAA; y en ese tiempo se han desarrollado 20.000 trabajos de investigación, cinco de los cuales habrían sido de imposible desarrollo sin disponer de la arquitectura del FinisTerrae”, indicó Tobío.
La arquitectura del superordenador, que tiene un peso de 33,5 toneladas y ocupa una superficie de 140 metros cuadrados, es ciertamente única. FinisTerrae dispone de más de 2.500 núcleos de procesadores Itanium 2 de última generación (16 Tflops) en base a una arquitectura diferencial en una doble vertiente. Por un lado, en la organización de sus cores de proceso: 142 nodos con 16 núcleos y 1.298 Gb de memoria cada uno, más tres nodos HP Superdome -uno de 128 núcleos de procesadores y otros dos nodos de 64 núcleos, que suman 1.408 Gb de memoria-.
Por otro y eso es lo que le hace único en su especie, el FinisTerrae, que utiliza para su interconexión 85 kilometros de red Infiniband con una velocidad de transmisión de datos de 20 Gbps, tiene una memoria compartida cercana a los 20.000 Gb. “En el Cesga no nos interesa demasiado la foto del Top 500 o si estamos en el puesto 100, lo que nos interesa es la satisfacción del investigador, y por eso invertimos sobre todo en memoria”, apunta Tobío. Así y considerado el ratio memoria/rendimiento, el FinisTerra tiene una media de 8 Gb por procesador, mientras que el BSC de Barcelona registra una media de 2 Gb de memoria por procesador. “Hablamos de máquinas diferentes y, por tanto, complementarias”, subrayó Tobío.
Más de 100 millones de incógnitas
Con toda esa potencia, el FinisTerrae afrontará próximamente un nuevo reto científico sin antecedentes. Antes de que acabe el verano, un grupo de investigación de la Universidad de Vigo junto con la Universidad de Extremadura presentará al FinisTerra un problema que hasta el momento se venía haciendo con pocos millones de incógnitas y que, en esta ocasión, tendrá en cuenta más de 100 millones de incógnitas. La investigación, que estudia las señales de radares, podrá de esta manera establecer un modelo viable a razón de su proximidad a la realidad.