Tras meses de rumores, el 9 de enero de 2007, Steve Jobs se presentó en la MacWorld Conference de San Francisco con un dispositivo que iba a cambiar el rumbo de la tecnología y también los hábitos de miles de millones de personas. Poco tiempo después, en junio, Apple lanzaba al mercado su primer iPhone, un aparato del que más tarde se mofaría el primer ejecutivo de Microsoft, Steve Ballmer, por considerarlo caro y sin sentido.
Visto lo que ha pasado, se puede decir que ni el mismo Jobs ni sus ingenieros y diseñadores en Apple podían imaginarse lo que supondría el iPhone para su compañía y para toda la industria. Y es que, en la actualidad, Apple es la mayor compañía del mundo por capitalización bursátil y un gigante que factura unos 200.000 millones de dólares, y eso se debe sobre todo al éxito desproporcionado de su teléfono inteligente. Además, el iPhone y la tienda de aplicaciones a que ha dado lugar se han convertido en el sostén de este negocio gigantesco, aportando más de la mitad de los ingresos de la corporación, y dejando en un papel muy secundario a los Mac, al iPad y al iPod, que hace una década era el producto estrella y más cool de la firma de Cupertino. Además, a nivel más general, desde la aparición del iPhone, la industria del smartphone cogió un vuelo insospechado, y hoy se comercializan en el mundo 1.500 millones de aparatos cada año, 10 veces más que hace una década.
Echando la vista atrás, y a las cifras de venta que aporta Gartner, se aprecian muchos cambios en el mundo de la telefonía desde que Steve Jobs acallara a analistas y competidores con su primer teléfono de pantalla táctil y sencillo diseño. En 2007, el negocio de los teléfonos con sistema operativo y aplicaciones lo dominaba con autoridad la finlandesa Nokia. Aquel año, la firma europea ponía en el mercado 60 millones de aparatos robustos y potentes, aunque no muy seductores, y no había rival que ni siquiera se le acercara. Este predominio de Nokia duró hasta 2010, cuando llegó a su cenit.
El adiós de Nokia
Sin embargo, a partir de ahí, la finlandesa empezó a caer en picado, y en los años siguientes registraría descensos interanuales del 50% en algunos casos. De vender 102 millones de aparatos en 2010, pasó a 15 millones en 2014. El principio del fin para Nokia llegó cuando fue comprada por Microsoft, a finales de 2013, por casi 5.500 millones de euros, en una de las decisiones empresariales más controvertidas del mundo tecnológico en los últimos tiempos. La competencia del iPhone y también la pujanza de los fabricantes asiáticos, sobre todo de Samsung, acabaron con el fetiche europeo de la innovación.
Efectivamente, los datos de Gartner muestran que, como otras tantas cosas, el foco de esta industria se ha desplazado del oeste al este, de occidente de oriente. Y es que hoy el mercado de los smartphones está dominado por Samsung y las chinas Huawei, Oppo o Vivo. Mientras tanto, Nokia o la canadiense RIM, popular en su momento por las BlackBerry, hoy no existen o son residuales. En este contexto, se puede decir que Apple, que, como dicen sus anuncios, se diseña en California (aunque se fabrica en China), es la única compañía que sigue haciendo frente a las firmas asiáticas.
Aunque sus ventas se han resentido ligeramente en los últimos tiempos y los más críticos dicen que a la compañía de la manzana se le ha acabado la imaginación para seguir mejorando su teléfono, Apple sigue siendo el segundo fabricante del mundo, sólo por detrás de Samsung. Además, conviene decir que es el que más gana dinero con la telefonía, puesto que todos sus dispositivos son de gama alta, que dejan unos márgenes mayores, y también monetiza cada día los más de dos millones de aplicaciones disponibles en su App Store.