Así, como quien no quiere la cosa, el PC entraba en los hogares y provocaba cambios decisivos en nuestras vidas, no únicamente en el plano de la revolución tecnológica, que la hubo y de la que tanto se ha escrito, como de los cambios que provocó en el núcleo familiar. Para empezar, el pequeño de la casa se convertía en el príncipe destronado y dejaba de ser el centro de atención para convertirse en el infante a controlar para que no tocase el ordenador. El PC entraba por la puerta grande y se convertía en el ojito derecho de papá, en el niño mimado por excelencia. Hasta la televisión acusaba los cambios y pasaba a ser definitivamente la caja tonta que tenía que competir en protagonismo con la caja lista.
No se trata de ponerse perspicaz pero, ¿se han fijado que todos los aparatos que se han hecho imprescindibles en nuestra vida se reducen a un par de siglas? PC, TV, CD, PDA y, ahora, DVD. Desde el momento en el que el ordenador personal pasaba a denominarse PC, tenía todas las cartas en la manga para marcar nuestras vidas.
Y siguiendo con las casualidades, fue también por el mes de agosto, concretamente el día 24 del año 1991, cuando el finlandés Linus Benedict Torvalds dio a conocer mundialmente a través de un mensaje de correo electrónico la creación de un sistema operativo revolucionario y gratuito, Linux.
Desde aquí felicitamos a los dos, o mejor a sus creadores, y les deseamos larga vida, entre nosotros claro.