El confinamiento y el consiguiente teletrabajo, la educación a distancia y el ocio en forma de pantalla han hecho que Internet sea aún más importante en la vida de cualquier persona. Pero hay, según los datos públicos que recoge la UGT, 13 millones de españoles en 27.000 poblaciones que no tienen una conexión de calidad y para los que, por tanto, la formación en línea o las reuniones a través de videollamadas son misión imposible. Pese a que los datos globales son buenos, ya que el 94 % del Estado cuenta con banda ancha y son 48 millones los domicilios que tienen fibra óptica, hay lugares que no disponen de este servicio, y eso se traduce en un menor progreso económico, según el propio Gobierno central.
“En las zonas rurales o con peores coberturas de red fija o móvil, es un reto dar una solución”, explican José Antonio Morán y Carlos Monzo, directores del grado de Ingeniería de Tecnologías y Servicios de Telecomunicación y del máster universitario de Ingeniería de Telecomunicación de la UOC.
13 millones de españoles en 27.000 poblaciones no tienen una conexión de calidad
Para llegar a estos lugares, la fibra óptica es vital, apuntan los expertos, ya que, sin ella, no se puede desarrollar la tecnología 5G. Teniendo en cuenta que las telecomunicaciones influyen en la sociedad del futuro, conviene trabajar en que pueda llegar a todas las zonas del país, escogiendo para cada caso la mejor tecnología para dar servicio y también dinamizando la llamada “España vacía”, afirman. “Si queremos generar riqueza en las zonas rurales, debemos fomentar que las redes de telecomunicaciones de altas prestaciones puedan ir llegando progresivamente a todos los lugares”, subrayan, y marcan como “claves” de éxito las infraestructuras idóneas para desarrollar la “industria del futuro”. El Ejecutivo central es consciente del problema. En el documento en el que se hacen las propuestas generales para invertir los fondos europeos surgidos de la pandemia del coronavirus, asume que la expansión de las telecomunicaciones tiene efectos en la “productividad, el crecimiento y la creación de empleo”. Y establece los datos: un incremento del 1 % en la intensidad de digitalización supone un aumento del PIB per cápita del 0,14 %.
La mejora de estas tecnologías es un “facilitador” para la población y sus territorios, pero, según los expertos, “no es un fin”. Por eso apuestan por el “diseño de nuevos servicios o por la mejora de los existentes” a través del consejo de profesionales. Y es que, ejemplifican, igual que en los ayuntamientos hay arquitectos o ingenieros informáticos para guiar el urbanismo y las aplicaciones de software, “sería clave disponer de un profesional de la ingeniería de telecomunicaciones en sus plantillas”. Más aún, añaden, considerando que el futuro de las poblaciones “va a depender en gran medida de las infraestructuras de telecomunicación existentes y que, en muchos casos, será necesario que las redes actuales evolucionen para dar servicio a las nuevas necesidades”.
“Sería clave disponer de un profesional de la ingeniería de telecomunicaciones en las plantillas de los ayuntamientos”
En el caso de las ciudades, muchas ya han comenzado a convertirse en “ciudades inteligentes” y requieren de esta planificación. Primero, con la expansión de la fibra óptica para que la 5G pueda ser una realidad. Según el Índice Smart, las 52 capitales de provincia se sitúan en un 45,6 % de avance en desarrollo inteligente, pero con la llegada de la tecnología 5G los expertos prevén la aceleración del internet de las cosas y, por lo tanto, que las ciudades avancen en este indicador. ¿Y en qué se puede traducir? La mayor velocidad de descarga y de ejecución de órdenes, el menor consumo y la posibilidad de tener más dispositivos conectados al mismo tiempo suponen que esta nueva tecnología ayude a las ciudades a ser más “listas”. Es decir, permitirá informar a los conductores de cómo está el tráfico o de la ocupación de las playas, como ya vimos durante este verano pandémico, y también hará posible que las administraciones puedan monitorizar la calidad del aire, los consumos de luz o agua o la cantidad de basura para ser más eficientes. La Covid-19, explican Morán y Monzo, ha retrasado las subastas de la 5G, lo que ha permitido a las operadoras seguir con su avance a partir del año 2021 en España, siendo conscientes de que aún queda camino por recorrer para su completo desarrollo a través de la fibra óptica.
Buena salud en las comunicaciones
Fue también el coronavirus el que, de manera positiva, mostró la “buena salud general de los sistemas de telecomunicación” del país, admiten los profesores de la UOC. El “gran reto” que supuso el confinamiento, señalan, y el “poco tiempo de reacción” que hubo para reubicar los lugares de trabajo, la educación y el ocio en los domicilios se superaron con éxito. Telefónica registró en solo un mes —entre el inicio del estado de alarma y el 12 de abril— un crecimiento del tráfico de Internet en su red fija equivalente al de todo un año en “circunstancias normales”.
“Podemos disponer de una buena infraestructura de comunicación, pero si tenemos limitaciones en los servidores, la percibiremos como una conexión lenta”
“La inversión de los operadores en los últimos años ha situado a España como uno de los países europeos con la mejor infraestructura de fibra óptica”, destacan los expertos, que también apuntan al “gran esfuerzo” de los profesionales que garantizaron el servicio a millones de personas durante el confinamiento. Hubo también trabajadores o estudiantes que tuvieron que afrontar problemas, pero “no todos son atribuibles a la red de comunicaciones”, apostillan los profesores. Y es que, aunque todos los días utilicemos durante muchas horas nuestros móviles, ordenadores o tabletas, los usuarios no siempre sabemos cómo sacar todo el provecho posible de nuestra conexión. “En una situación de confinamiento, si todos los vecinos de un edificio estamos utilizando el Wi-Fi de forma simultánea, se está perdiendo capacidad de comunicación, mientras que si la conexión se realizara por cable, el rendimiento de la red sería muy superior”, destacan. Y apuntan otra posible situación, la de los softwares utilizados por empresas o instituciones: “podemos disponer de una buena infraestructura de comunicación, pero si tenemos limitaciones en los servidores, la percibiremos como una conexión lenta”.